martes, 9 de noviembre de 2010

Nueve Cuentos


Nueve Cuentos de J.D. Salinger
Encuentras a los personajes en un momento de sus vidas y después de un rato los abandonas.
Los has conocido, te han dejado entrever su alma, su pasado, sus anhelos, a lo mejor conocen a un chico que quizás le guste (justo antes de la guerra con los esquimales) y luego se van a coger el autobus. En el primero (Un día perfecto para el pez plátano) todos esos diálogos y escenas banales e inocuas tienen un final repentino y brutal.

Son escenas en medio de una vida. vienen de un antes que se va intuyendo por la conversación y los dejas continuar su vida: este efecto es muy de Salinger, como que se desinteresa, como que las cosas son así y no tienen remedio.

Los diálogos son muy naturales. Pero por otro lado no es que ocurra mucho, ni muy interesante, pero estás presente en sus vidas. Tú como lector te encuentras en medio de una escena de sus vidas y mediante las conversaciones te cercioras de lo que les ha pasado, de lo que esperan: ésta es su vida real.

En el pez plátano el contraste entre la conversación banal y el disparo definitivo es tan brutal que da sentido a todo el relato.
En Salinger encuentro siempre un halo de extrañamiento, de personas que ven el mundo como algo muy ajeno a ellas y donde se desenvuelven con torpeza. Hay cuatro relatos que son los que más me gustan y contienen unos personajes deliciosamente extraños. Conocerlos será un placer.

La historia sobre Esmé es toda una novelita contada en sentido indirecto y la extrañeza viene dada por el propio carácter de la jovencita. El hombre que ríe es otro de los que más me gusta: la pandilla de los comanches, su monitor con el alma herida, los niños que entreven el mundo adulto con sus problemas. Todo es indirecto y melancólico, como el recuerdo de una canción.

Teddy también es un niño extraño, posee una mente superior y en el relato nos vamos enterando de que le han hecho pruebas sobre sus capacidades. Cree en la reencarnación y además recuerda sus vida pasadas. Son muy interesantes sus opiniones sobre la educación y las emociones del ser humano. El último relato versa sobre un personaje estrafalario y muy atractivo, el presunto pintor Jean Daumier-Smith. En este caso la fuerza no está en los diálogos porque está contado en primera persona, sino en la propia forma de expresarse refinada, decante, un tanto cínica.

No soy muy amigo del realismo, de hecho considero algunos de los nueve cuentos muy flojos; pero tengo que reconocer que Salinger tiene una personalidad muy acusada a la hora de afrontarlos y logra arrastarte hasta esa habitación donde unos personajes dialogan. Al final has de reconocer que estás al tanto de los vaivenes de sus corazones. Y esto no es poco.

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